Domingo de teatro
10/05/2020 |
Curadora: Valentina Arce
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El Ornitorrinco, me dio una fabulosa misión esta séptima semana de cuarentena, cuando poca esperanza me quedaba de sentir al público con festivales y teatros cerrados. Me dio la oportunidad deliciosa de imaginar al público y porque no decirlo así al nuevo público al que nos dirigiremos “después de”. Porque creo y espero que después de esta cuarentena algo se mueva, las conciencias y las miradas del público sean distintas, pero también las de nosotros mismos frente a él. Porque nada podrá ser igual después de esta experiencia que nos pone frente a nuestra responsabilidad como artistas y seres humanos.
Indagué entonces en mi memoria desde el primer día de confinamiento, cuando yo misma ávida de respuestas , me ponía en posición de público, para escuchar y entender. Dos experiencias me tocaron y removieron como obras vivas, la palabra del diario de confinamiento del director y dramaturgo canadiense Wajdi Mouawad en su carta abierta del día 25 de abril de la que traduzco aquí una parte y la experiencia de la Fundación de la Fura dels Baus, compañía española que acaba de crear una performance en directo basada en la obra Macbeth de Shakespeare : En ese escenario virtual, la compañía teatral ofrece una “performance” en directo: “La Maldición de la Corona”, dirigida por el “furero” Pep Gatell, un trabajo colectivo digital que reinterpreta “Macbeth”, la tragedia de Shakespeare.
Estas dos experiencias poderosas, una que mueve conciencias solamente con la fuerza de la palabra y la otra que recurre a la ficción y nada menos que a Shakespeare para referirse a esta nueva etapa por la que estamos pasando como humanidad, me parecieron dos extremos que pueden ser un punto de partida para debatir sobre :
- ¿Cómo llegar hacia el público con todas las fronteras impuestas por la tecnología y el distanciamiento ?
Despertaron en mi interrogantes que quisiera compartir. ¿A quién nos dirigimos como artistas ? ¿Cómo la palabra, incluso a través de una pantalla, se puede convertir en un monologo teatral potente ? ¿Cómo remplazar el acto presencial del teatro ? ¿Cómo seguir existiendo como artistas de la escena frente a nuestro público con todas las fronteras que impone la distancia, la pobreza y la tragedia que significa este momento que nos toca vivir ?
Indagué entonces en mi memoria desde el primer día de confinamiento, cuando yo misma ávida de respuestas , me ponía en posición de público, para escuchar y entender. Dos experiencias me tocaron y removieron como obras vivas, la palabra del diario de confinamiento del director y dramaturgo canadiense Wajdi Mouawad en su carta abierta del día 25 de abril de la que traduzco aquí una parte y la experiencia de la Fundación de la Fura dels Baus, compañía española que acaba de crear una performance en directo basada en la obra Macbeth de Shakespeare : En ese escenario virtual, la compañía teatral ofrece una “performance” en directo: “La Maldición de la Corona”, dirigida por el “furero” Pep Gatell, un trabajo colectivo digital que reinterpreta “Macbeth”, la tragedia de Shakespeare.
Estas dos experiencias poderosas, una que mueve conciencias solamente con la fuerza de la palabra y la otra que recurre a la ficción y nada menos que a Shakespeare para referirse a esta nueva etapa por la que estamos pasando como humanidad, me parecieron dos extremos que pueden ser un punto de partida para debatir sobre :
- ¿Cómo llegar hacia el público con todas las fronteras impuestas por la tecnología y el distanciamiento ?
Despertaron en mi interrogantes que quisiera compartir. ¿A quién nos dirigimos como artistas ? ¿Cómo la palabra, incluso a través de una pantalla, se puede convertir en un monologo teatral potente ? ¿Cómo remplazar el acto presencial del teatro ? ¿Cómo seguir existiendo como artistas de la escena frente a nuestro público con todas las fronteras que impone la distancia, la pobreza y la tragedia que significa este momento que nos toca vivir ?
Diario de confinamiento – Día 18
De Wajdi Mouawad
(Extracto - Publicado en youtube el 25 de abril del 2020)
De Wajdi Mouawad
(Extracto - Publicado en youtube el 25 de abril del 2020)
"Cerca de la localidad de Huanchaquito-Las Llamas en el norte del Perú, donde vivía el pueblo Chimú, una de las civilizaciones precolombinas más importantes, se encontraron en una necrópolis sagrada, los restos de 150 niños que fueron sacrificados en un ritual ceremonial. Los investigadores piensan que estos 150 niños fueron sacrificados cuando unas inundaciones devastadoras, causadas por los fenómenos del Niño, destruían la costa peruana. Una verdadera catástrofe para una sociedad cuya economía dependía ampliamente de sus cosechas. “Tal vez ofrecieron a los dioses lo más importante que tenían como sociedad, y los niños son lo más importante puesto que representan el futuro” explica Gabriel Prieto, profesor de Arqueología de la Universidad de Trujillo, quien realizó las investigaciones.
¿De esto se trata nuevamente para nosotros hoy ? ¿De sacrificio? En la película El Sacrificio de Tarkovski, ante la catástrofe nuclear que destruyó el mundo, Alexander realiza el mismo sacrificio que los Chimú y le hace la promesa a Dios de sacrificar lo que mas ama si el mundo pudiera volver a ser lo que era. Al igual que los Chimú, Alexander creía en el poder de la palabra y el poder de la promesa. La película de Tarkovski va en ese sentido hasta el final pues, el día siguiente a la promesa, Alexander habrá perdido lo que más amaba y el mundo es salvado a cambio.
¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a sacrificar aquello que más amamos para que cese esta gran tragedia? ¿O bien la promesa y la palabra no tienen hoy en día más que el gusto por la política y la comunicación? ¿No estamos esperando confinados en nuestras casas que las cosas vuelvan a ser exactamente como antes? ¿Y esto sin sacrificio real de nuestra parte? ¿Pero qué sacrificar? ¿Y cómo creer aún que los sacrificios pueden conducir a lo más mínimo? ¡Pero ve tú! ¡Ve! ¡Sacrifica, sacrifica aquello que es lo más preciado para ti en el mundo ya que lo mencionas! ¡Adelante! ¿Y cual sería el sacrificio a realizar para que ese día que se aproxima sea un día enviado por la vida? ¿Cómo hacer, qué gesto depositar para que el viento pueda levantarse y que podamos ver nuestros barcos navegar de nuevo?
¿No se ha contado acaso que apenas el sacerdote pasó la hoja por la garganta de Yphigenia haciendo correr, no el rojo bermejo de las fragilidades de las amapolas, sino el de la sangre de la juventud, se levantó enseguida el viento y se llevó los barcos rápidos de los ejércitos griegos para destruir Troya de altas murallas? Agamenón sacrificó entonces a su hija, sacrificio que pagará caro pues apenas vuelve a casa después de una guerra de diez años, será decapitado con golpe de hacha por su esposa Clitemnestra, inconsolable por el sacrificio de su hija. Pero Agamenón no es más que una leyenda dirán algunos y el sacrificio aquí tiene solo un valor metafórico. Ciertamente, pero no era una leyenda, y muchas personas lo conocieron, este hombre que en pleno corazón de Paris, regresando a su librería vio a la Gestapo arrestar a su hijo y para que nada se pierda, que no se dé nombre, que no se revele ningún lugar, padre e hijo mirándose y reconociéndose desde lejos acordaron en una mirada guardar silencio y sin moverse en el sol estridente de aquel día, mientras la patrulla SS armaba los fusiles, mientras apuntaban con el arma, los dos, padre e hijo sabían que lo que se sacrificaba allí era más importante que ese instante de metralla, incluso después de que la sangre del hijo fue derramada, su cuerpo yaciendo allí, el padre debió fingir que eso no era nada y que ese cuerpo no representaba a nadie. ¿No fue a ese precio que la victoria fué conseguida?
¿Y nosotros? Ya son casi tres semanas de confinamiento y pronto algo parece enseñarnos que en realidad no tendremos ninguna piedad unos de otros. La desconfianza que existe en las calles apenas ponemos los pies fuera no es más que uno de los pequeños síntomas. ¿Y cómo podría ser de otra manera si el mundo en el cual he vivido de una manera extraordinariamente cómoda, feliz y maravillosa sin duda como pocas generaciones en la historia antes de mi me habrá permitido realizarme y vivir libremente, cómo aceptar perder esta libertad y ese confort ? ¿Cómo no hacer todo lo posible para reencontrar ese acuerdo perfecto, cuando este mundo, desde hace cuarenta años, día tras día, no ha dejado de convencerme con todas sus fuerzas que me será más útil tener un lavavajillas que alimentar en mí el sentido de la valentía y el sacrifico?"
¿De esto se trata nuevamente para nosotros hoy ? ¿De sacrificio? En la película El Sacrificio de Tarkovski, ante la catástrofe nuclear que destruyó el mundo, Alexander realiza el mismo sacrificio que los Chimú y le hace la promesa a Dios de sacrificar lo que mas ama si el mundo pudiera volver a ser lo que era. Al igual que los Chimú, Alexander creía en el poder de la palabra y el poder de la promesa. La película de Tarkovski va en ese sentido hasta el final pues, el día siguiente a la promesa, Alexander habrá perdido lo que más amaba y el mundo es salvado a cambio.
¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a sacrificar aquello que más amamos para que cese esta gran tragedia? ¿O bien la promesa y la palabra no tienen hoy en día más que el gusto por la política y la comunicación? ¿No estamos esperando confinados en nuestras casas que las cosas vuelvan a ser exactamente como antes? ¿Y esto sin sacrificio real de nuestra parte? ¿Pero qué sacrificar? ¿Y cómo creer aún que los sacrificios pueden conducir a lo más mínimo? ¡Pero ve tú! ¡Ve! ¡Sacrifica, sacrifica aquello que es lo más preciado para ti en el mundo ya que lo mencionas! ¡Adelante! ¿Y cual sería el sacrificio a realizar para que ese día que se aproxima sea un día enviado por la vida? ¿Cómo hacer, qué gesto depositar para que el viento pueda levantarse y que podamos ver nuestros barcos navegar de nuevo?
¿No se ha contado acaso que apenas el sacerdote pasó la hoja por la garganta de Yphigenia haciendo correr, no el rojo bermejo de las fragilidades de las amapolas, sino el de la sangre de la juventud, se levantó enseguida el viento y se llevó los barcos rápidos de los ejércitos griegos para destruir Troya de altas murallas? Agamenón sacrificó entonces a su hija, sacrificio que pagará caro pues apenas vuelve a casa después de una guerra de diez años, será decapitado con golpe de hacha por su esposa Clitemnestra, inconsolable por el sacrificio de su hija. Pero Agamenón no es más que una leyenda dirán algunos y el sacrificio aquí tiene solo un valor metafórico. Ciertamente, pero no era una leyenda, y muchas personas lo conocieron, este hombre que en pleno corazón de Paris, regresando a su librería vio a la Gestapo arrestar a su hijo y para que nada se pierda, que no se dé nombre, que no se revele ningún lugar, padre e hijo mirándose y reconociéndose desde lejos acordaron en una mirada guardar silencio y sin moverse en el sol estridente de aquel día, mientras la patrulla SS armaba los fusiles, mientras apuntaban con el arma, los dos, padre e hijo sabían que lo que se sacrificaba allí era más importante que ese instante de metralla, incluso después de que la sangre del hijo fue derramada, su cuerpo yaciendo allí, el padre debió fingir que eso no era nada y que ese cuerpo no representaba a nadie. ¿No fue a ese precio que la victoria fué conseguida?
¿Y nosotros? Ya son casi tres semanas de confinamiento y pronto algo parece enseñarnos que en realidad no tendremos ninguna piedad unos de otros. La desconfianza que existe en las calles apenas ponemos los pies fuera no es más que uno de los pequeños síntomas. ¿Y cómo podría ser de otra manera si el mundo en el cual he vivido de una manera extraordinariamente cómoda, feliz y maravillosa sin duda como pocas generaciones en la historia antes de mi me habrá permitido realizarme y vivir libremente, cómo aceptar perder esta libertad y ese confort ? ¿Cómo no hacer todo lo posible para reencontrar ese acuerdo perfecto, cuando este mundo, desde hace cuarenta años, día tras día, no ha dejado de convencerme con todas sus fuerzas que me será más útil tener un lavavajillas que alimentar en mí el sentido de la valentía y el sacrifico?"
'Performance' 'on line' de La Fura dels Baus reinterpretando 'Macbeth'